“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios… El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:18 y 36)
Todo lo que una persona haga, diga o piense, si no está en concordancia con el pensamiento, la voluntad y el carácter santo y perfecto de Dios, es pecado. Debido a esto, y ya que el pecado acarrea condenación, y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23) Dios ha provisto la salvación, enviando a su Hijo desde los cielos, para que muriera en la cruz del calvario por nosotros los pecadores. (Romanos 5:8)
Por eso, es un error pensar como muchos piensan, en que, si un día se presentan delante de Dios, aducirán que ellos no eligieron nacer pecadores, y que, como en la vida hicieron cosas buenas y malas, habrá que ver cómo está la balanza, para saber si podrán entrar en el cielo. Estas son especulaciones mentales.
La pregunta recriminadora de Dios al hombre, no será primeramente por sus pecados. La pregunta recriminadora será: ¿Qué hiciste con mi Hijo? ¿Qué actitud tomaste cuando te ofrecí la salvación en él?
Para todo pecado y situación por terrible que sea, Dios ha provisto la solución en Cristo y en él ha brindado a los hombres su gracia y perdón. Pero, por haber desechado el amor de Dios para ser salvo, los hombres se perderán eternamente. (2 Tesalonicenses 2:10)
Es decir que, los que se pierden, no lo hacen por haber nacido pecadores, sino por haber desechado la gracia de Dios.
Pensamientos para reflexionar