
“Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte” (Proverbios 24:11)
“¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?… Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 18:23 y 32)
Como venimos considerando, la muerte física es la separación de la parte material de nuestro ser (el cuerpo) de la espiritual (el alma y el espíritu) (1 Tesalonicenses 5:23) Pero ni para quien parte para estar con Cristo, ni para quien muere en incredulidad y está en el hades alejado de la gloria de Dios, esa será la etapa final, porque allí solo están en espíritu y no como seres completos.
Un día los creyentes, los llamados muertos en Cristo, resucitarán y entonces sí entrarán en la gloria, revestidos de cuerpos glorificados. Luego los demás, los que se perdieron, también un día resucitarán para presentarse ante el gran trono blanco y ser juzgados según sus obras. Esa resurrección es llamada la muerte segunda (Apocalipsis 20:14) porque resucitarán de la muerte, adquirirán un cuerpo y completos con un cuerpo y un espíritu serán condenados, es decir, serán otra vez separados de Dios para siempre.
Su destino, será el lago de fuego (Apocalipsis 20:15) Algo realmente terrible, porque Dios que dijo desde siempre: “No quiero la muerte del que muere… convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 33.11) no hizo el lago de fuego como destino del hombre, sino que aquello está “preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41)
Lamentablemente, el hombre que rechaza a Dios terminará yendo al lago de fuego por haber rehusado creer en Cristo oyendo al engañador.
Pensamientos para reflexionar