“Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios” (Salmo 146:5
“Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti” (Salmo 39:7)
“Que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1 Pedro 1:21)
“El Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1)
Alguien preguntó: ¿Qué puedo hacer cuándo ya no se puede hacer nada? ¿Qué puedo esperar cuándo ya no queda esperanza? Y la respuesta, no es como muchos piensan: NADA, sino: ENTREGARSE. Entregar el corazón y las circunstancias a Dios, quien nunca deja de estar por encima de todas las cosas.
Muchas veces atravesamos situaciones tan difíciles que el alma se nos derrite como cera, pero si en situaciones así, contamos con un buen médico, un buen abogado o con ayuda económica, quizás ciframos alguna esperanza. Pero, ¿qué pasa cuando no contamos con esas cosas? ¿Cuándo pasan cosas fatales dónde vemos que toda ciencia es inútil? (Salmo 107:27) Allí es cuando todos sucumben no pudiendo hacer nada. Mientras que el creyente sabe que aún hay esperanza, porque le queda “Cristo, el cual es Dios por sobre todas las cosas” (Romanos 9:5)
La cuestión por lo tanto está en la ENTREGA. Entregarle la vida y las circunstancias al Señor.
Si quien está sufriendo no conoce a Dios, debe entregarle su vida a Cristo, recibiéndolo por fe como su Salvador. Y luego, entregarse a la voluntad de quien es su Salvador confiando en que lo que Él decida será lo mejor.
Quien tiene a Cristo no puede decir nunca: “No tengo esperanza” Porque Jesucristo es su esperanza y aunque no haya para los demás, posibilidades humanas, siempre estará Cristo obrando maravillosamente por encima de todas las cosas.
Pensamientos para reflexionar