LIMPIARSE POR DENTRO RECONOCIENDO Y CONFESANDO LOS PECADOS

“¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi transgresión y mi pecado” (Job 13:23)

“Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51:3 y 4)


Aceptar a Cristo como Salvador, implica arrepentimiento, reconocimiento de los pecados y de un estado de perdición del cual uno siente que no puede salir por sí mismo. La persona se ve y se siente perdida y confía su vida en manos del Señor, recibiéndole como su Salvador, pasando de la muerte espiritual y de la condenación a la vida y salvación eternas.

Sin embargo, es común que luego de convertirse, alguien recuerde su vida y sienta pesar por cosas en las cuales deshonró a Dios y a sí mismo. Y eso, en su lugar y medida no está mal, pues para quien comprende la salvación es algo positivo.

Es positivo porque cuando alguien se convierte, comprende que está perdido y se rinde ante el Salvador volcando su corazón, pidiendo perdón y sin duda es perdonado por Dios de todos sus pecados (Colosenses 2:13) Aunque en ese momento, su convencimiento de pecado sea global, sea por todo lo que es e hizo. Pero luego, estando en la luz, comienza a ver bien en detalle las cosas que hizo mal ante Dios. Cosas que ni se había dado cuenta al convertirse y que ahora, aun sabiendo que también son pecados que están perdonados, los reconoce, y a medida que los va reconociendo ante Dios, va sacándolos de adentro liberándose de cargas existenciales y culpas, dándole mayor gloria a Dios por su gracia.


Pensamientos para reflexionar

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