PREGUNTA:
¿Qué es el bautismo del Espíritu Santo? ¿Tiene el bautismo del Espíritu Santo, algo que ver como muchos enseñan, con la segunda gracia de la cual habla Pablo en la epístola 2 Corintios 1:15? ¿Por qué muchos no reciben el bautismo del Espíritu Santo?
RESPUESTA:
Antes de buscar en la Palabra de Dios para dar respuesta a preguntas tan interesantes, debemos dejar en claro que las respuestas a estas preguntas, solamente satisfarán a aquellos que con corazones sinceros deseen saber lo que dice Dios al respecto, más allá de toda idea preconcebida o de lo que se deseen creer. Esto lo decimos, porque lamentablemente, sobre este tema: El Bautismo del Espíritu santo, no solamente hay malas interpretaciones, como falla de la hermenéutica utilizada, sino que hay interpretaciones tomadas voluntariamente, que forman la base de fe, de los sistemas eclesiásticos de un gran número de creyentes, los cuales, obviamente, no pueden aceptar otras interpretaciones por más claras que sean, sin derrumbar esos pilares de “fe” sobre los cuales se congregan. Sin embargo, la Palabra es clara al respecto, y a ella nos someteremos. “Y El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17)
Para comenzar, debemos recordar que BAUTIZAR, significa LAVAR, SUMERGIR. Y que la Palabra menciona varia clase de bautismos (Hebreos 6:2): Los lavamientos rituales de los sacerdotes y de objetos del santuario para su purificación. El bautismo de Juan, que era un bautismo de arrepentimiento, para recibir al Mesías , el bautismo cristiano, y el bautismo del Espíritu Santo, que es el que nos ocupa en este momento.
Juan dijo: “Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo” (Marcos 1:8)
Jesús lo confirmó diciendo “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5)
Esos, no muchos días, que iban a pasar hasta que fueran bautizados con el Espíritu Santo, se cumplieron el día de Pentecostés, en Hechos 2, donde estando todos los creyentes juntos y unánimes, descendió el Espíritu Santo y los bautizó en un cuerpo, formando así la Iglesia del Señor, que es el cuerpo de Cristo y que está conformada por todos aquellos que, siendo Judíos o gentiles, lo han recibido como salvador. ”Pues así, creó en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (Efesios 2:15,16)
La Iglesia se formó en ese momento, como algo totalmente nuevo, no como muchos entienden, para ser la continuación de Israel.
El apóstol Pablo, quien no estuvo presente en aquel momento que se nos narra en Hechos 2 cuando descendió el Espíritu Santo y bautizó, (sumergió) a todos en un cuerpo, hablándole a los Corintios les dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13) ¿Qué quiso decir con eso? Simplemente, que el mismo Espíritu Santo que descendió en aquel día de Pentecostés, cumpliendo la promesa del Señor, formando la Iglesia; es el mismo que recibimos los creyentes, en el momento de nuestra conversión y que nos introduce o bautiza, en ese cuerpo que es la Iglesia. Cada persona salvada, es bautizada automáticamente al recibir la vida eterna, como un miembro más del Cuerpo de Cristo.
El Señor Jesús, antes de volver a los cielos, les dijo a los suyos: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16,17) Los discípulos habían conocido el poder del Espíritu de Dios, estando con Jesús, pero, no fueron hechos templo del Espíritu Santo, sino hasta el día de Pentecostés, momento en el que el Espíritu Santo vino a morar en ellos y los bautizó en un cuerpo.
En el Antiguo Testamento, los santos hombres de Dios, obraron por el poder de ese Espíritu que venía sobre ellos, pero, que no quedaba en ellos, sino que los envestía de poder para que pudieran hacer o decir lo que Dios deseaba, y luego se retiraba. De allí que la señal distintiva de Dios, para que Juan discerniera en Jesús a su Ungido, era ver que el Espíritu viniera sobre él y permaneciera en él, a diferencia de lo que hubiera sucedido con cualquier otro hombre.
“Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Juan 1:32,33)
Ese mismo Espíritu vino sobre los creyentes, y es una promesa cumplida, No algo que debemos esperar ni pedir que se cumpla. Todos los que somos hijos de Dios, lo hemos recibido desde el momento en el que creíamos en el Señor Jesús como nuestro salvador.
La Biblia dice claramente que: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13) Por lo tanto, orar para recibir el Espíritu Santo, como se enseña en algunos medios, no es correcto, es una mala interpretación que se hizo doctrina, basada en versículos donde la venida del Espíritu era algo todavía futura, porque Jesús no había sido aún glorificado (Juan 7:39) Pero, que para nosotros ya se cumplió, y no necesitamos esperar ni pedir.
La Biblia nos habla acerca del Espíritu Santo en el creyente, y lo menciona en el bautismo, sello, unción… Expresiones que Dios emplea para enseñarnos cosas realmente maravillosas que tratan acerca de nuestra salvación y de lo que hace Dios en nosotros.
Las verdades que nos presenta Dios por medio de su Palabra, no se divorcian, forman parte de una sola y única verdad revelada, y comprender un aspecto, nos ayuda a comprender los otros.
La Biblia nos enseña, que El Espíritu Santo viene sobre la persona que recibe a Cristo como salvador y lo SELLA como propiedad de Dios. ¿Cómo saber quién es de Cristo verdaderamente? ¿Cómo hacer para no confundir a alguien realmente convertido, con un simple convencido? Ante los ojos de los hombres, puede haber dudas, pues muchos tienen apariencia de piedad, pero, Dios conoce a los que son suyos, y podemos discernir quien realmente es de Dios, por el sello que tiene puesto, y que es justamente, el Espíritu Santo en él, que produce sus frutos.
Alguien aún podría preguntar: ¿Podría darse el caso, que alguien en nuestro tiempo sea salvo, pero, que no haya recibido aún al Espíritu Santo? La respuesta es: No. La Palabra de Dios es bien clara y dice: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9) Todos los que somos de Cristo, tenemos el Espíritu Santo, sin necesidad de pedir que venga sobre nosotros, y si alguno no lo tiene, entonces no es de él.
El Espíritu santo, que sella al creyente desde el momento de su conversión, también es derramado sobre el creyente como una UNCION, que lo capacita con una nueva mentalidad. Así, como antiguamente los sacerdotes para poder oficiar, los profetas y los reyes, eran ungidos con aceite, figura del Espíritu Santo. Nosotros, somos ungidos con ese Espíritu para poder adorar como sacerdotes, hablar de parte de Dios, y ocuparnos de las cosas de su reino. Por eso está escrito: “El que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1:21,22)
Por lo tanto, a la luz de las Escrituras, el bautismo del Espíritu Santo, es la introducción de los creyentes en el cuerpo de Cristo y no debemos pedirlo, ni es una experiencia que tengamos que gustar luego de ser salvos, porque somos bautizados automáticamente en el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia, desde el mismo momento de la conversión. Y si aún costará comprender esto, hay que tener en cuenta, que los diferentes tiempos verbales, presente y futuro, con los cuales se expresa Dios en su palabra, son obviamente necesarios, porque, esto que para nosotros hoy es así, para los discípulos del Señor Jesús en aquellos días en los que él se encaminaba hacia la cruz, eran aún cosas que debían cumplirse, por eso ellos debían esperarlo; pero, que luego que el Señor Jesús murió, resucitó y ascendió a los cielos, se cumplieron fielmente y ya no necesitamos esperar que sucedan.
La segunda parte de la pregunta es: ¿Tiene el Bautismo del Espíritu Santo algo que ver, como muchos enseñan, con la segunda gracia de la cual habla Pablo en 2 Corintios 1:15?
A esto respondemos, que No. No tiene nada que ver como lo dicho por Pablo en ese pasaje.
Pablo al escribirles a los Corintios su segunda carta les dice que “Con esta confianza quise ir primero a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia, y por vosotros pasar a Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser encaminado por vosotros a Judea” (2 Corintios 1:15,16) En clara alusión, que la segunda gracia, era la de tener DOS VISITAS, en lugar de una, no de llegar a ellos llevándoles una nueva gracia de manera fantástica como muchos enseñan.
Y sobre la pregunta: ¿Por qué muchos no reciben el bautismo del Espíritu Santo? Debemos responder que según la sana doctrina bíblica, quien no experimentó el bautismo del Espíritu Santo, es porque aún no recibió a Cristo como su salvador, por lo tanto, no pasó de la muerte a la vida, ni forma parte de la Iglesia de Cristo.
Estas respuestas, como decíamos al comienzo, solo satisfarán a aquellos que deseen sin preconceptos ver lo que Dios dice por medio de su Palabra. Hay quienes enseñan otras cosas, sin embargo, debemos someternos a las sanas enseñanzas de la Palabra de Dios. Éstas, nos enseñan que aún aquel que fuera considerado como el más débil entre los hijos de Dios, al haber creído en Cristo, fue sellado, ungido y bautizado por el Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo. Y si alguien lo cuestionara por no haber tenido alguna manifestación en lenguas extrañas ni cosas por el estilo, manifestaría una gran ignorancia en cuanto a las doctrinas bíblicas.
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