A continuación transcribimos el siguiente diálogo, fruto de una interesante conversación con un creyente joven, interesado en saber el significado de la frase: “Reuniones de Iglesia o Asamblea” y en conocer la finalidad de las distintas reuniones que tiene la Iglesia.
Pare diferenciar a los interlocutores, al creyente joven que hace las preguntas, lo identificamos con la letra A y al hermano que responde las preguntas con la letra B
A – He escuchado muchas veces hablar, en un círculo determinado de hermanos, que hay reuniones llamadas de Asamblea, pero veo que además de las reuniones que mencionan, hay muchísimas más reuniones para los creyentes, que son muy importantes, y no entiendo por qué no son llamadas reuniones de Asamblea, si son reuniones habituales en la Iglesia de gran bendición para los que asisten. ¿Podría usted definir cuáles son exactamente las reuniones de asamblea y por qué se las llama así? ¿Podría decirme por qué no se categoriza de la misma manera a las otras reuniones que tienen también una gran concurrencia? Y decirme si, hacer diferencia entre reunión y reunión, ¿no es una exageración procedente de una estructura religiosa, antigua y tradicional?
B – Agradezco su sinceridad al expresarse preguntando acerca de este tema tan interesante y casi desconocido en la cristiandad en los tiempos que nos toca vivir, como los son los temas relativos a la Iglesia y sus reuniones. Para dar respuesta a sus preguntas, comenzaremos aclarando, que la respuesta que humildemente podamos dar, es ahondando en las Sagradas Escrituras, no en nuestro parecer al respecto. Esto es fundamental, para que se cumpla en nosotros, aquello que está escrito: “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5)
La Iglesia del Señor, compuesta por todos aquellos que han recibido a Cristo como su salvador pasando de muerte a vida, se reúne habitualmente alrededor del Señor Jesús, en “su nombre, o hacia su nombre” sabiendo que allí está prometida su presencia (Mateo 18:20) esperándolo todo de él con diferentes finalidades: Adorar, edificarse y orar.
La Biblia, nos muestra que, como respuesta al mensaje del evangelio, quienes han pasado de muerte a vida, “los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:41,42) Esto nos da un panorama de lo que fue la vida de la iglesia y sus reuniones desde el comienzo.
Los creyentes vivían la vida cristiana estando unánimes juntos. Se congregaban alrededor del Señor para ser enseñados por la doctrina (enseñanza) de los apóstoles, para hacer memoria del Señor proclamando su muerte, mediante el partimiento del pan y para orar juntos. Todas estas actividades eran hechas en comunión los unos con los otros, como miembros de un mismo cuerpo. Luego también tenían otras actividades cristianas, como podremos ver, pero comenzaremos por estas que mencionamos en el libro de los Hechos para ver lo que era común a todos, y que nos hará comprender porque se llaman a ciertas reuniones: “Reuniones de Iglesia o asamblea”
¿Cuáles son las reuniones de Iglesia o asamblea?
Las reuniones de Iglesia o asamblea son aquellas en las cuales se encuentra congregada la Iglesia como tal. Por eso, las reuniones de Edificación, (Donde la Iglesia recibe el ministerio de la Palabra) la reunión del partimiento del pan o Cena del Señor y la reunión de oración, son llamadas así. Son reuniones, donde todos, grandes y chicos, hombres y mujeres, somos convocados para venir en torno al Señor Jesús y dirigidos por el Espíritu Santo, no por un encargado, pastor, ni ministro que conduzca todo las cosas, seamos edificados, recordemos al Señor , proclamemos su muerte y oremos colectivamente.
Obviamente hay otras reuniones que son muy necesarias y que el Señor bendice, pero que no son llamadas reuniones de Iglesia o Asamblea.
¿Cuáles serían esas reuniones? Las reuniones de jóvenes, de niños para la escuela dominical, de damas, o cualquier otra reunión que fraccione al rebaño de Cristo, juntando solamente a una clase determinada de personas y no a todos, para poder trabajar con ellos, no son propiamente reuniones de Iglesia o Asamblea, por la sencilla razón de que no está la iglesia de manera completa convocada a ella, y también, porque no se desarrollan de la misma manera que las otras reuniones de edificación. Este tipo de reuniones, como también aquellas reuniones convocadas por algún hermano o pequeño grupo de hermanos para evangelizar o desempeñar otras actividades, utilizando los dones que les dio el Señor, se manejan de manera distinta que las reuniones de Iglesia. Son reuniones que tienen un encargado, un responsable, y que si bien, se deben llevar a cabo bajo los mismos principios espirituales de reverencia y dependencia al Señor, no es la Iglesia la que tiene la responsabilidad, ni la libertad de actuar en ellas bajo la dirección del Espíritu como lo hace en las otras reuniones, sino quien ha tomado delante del Señor y de los hermanos la responsabilidad de llevarla a cabo. La Iglesia, en el sentido espiritual, pone su diestra de compañerismo a estas actividades, ora y sostiene muchas veces dichas actividades, pero no son esas convocatorias reuniones de iglesia propiamente dichas.
Dios es quien nos muestra en su Palabra lo concerniente a las reuniones, no somos nosotros los que las categorizamos por voluntad propia. A los Corintios el apóstol Pablo les dice. “cuando os reunís como iglesia” (1 Corintios 11:18) o “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros.” (1 Corintios 14:23-25) Estos versículos lo confirman.
La iglesia local puede tener muchas reuniones y actividades que le den crecimiento, pero el crecimiento no será completo si no se tiene vida de asamblea y edificación como tal. Los siervos del Señor deben primeramente reunirse como iglesia para edificarse a los pies del Señor, para luego salir y servir, y esto, obviamente, se lleva a cabo, cuando, como la Iglesia en Jerusalén, se persevera en: “la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42) No debemos abandonar esas reuniones por nuestro servicio personal, ni deben faltar estas reuniones para el rebaño de Cristo, bajo la excusa que ya se tienen otro tipo de reuniones, “pues tiempo y ocasión acontece a todo” (Eclesiastés 9:11) y si bien, hacer un servicio para el Señor con las almas es algo maravilloso, una cosa no quita la otra, pues como dijo el Señor: “Esto es necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23:23)
Hay momentos y reuniones donde nos reunimos como Iglesia, y son momentos cuando se reúne toda la iglesia, no solamente una parte de ella. El Señor en medio de los suyos garantiza que nada falte para esos momentos. Él es quien nos congrega alrededor suyo y de su plenitud tomamos todo, “gracia sobre gracia” (Juan 1:16)
Las reuniones en sí tienen distintas características. Si es una reunión de adoración, el Espíritu Santo nos conducirá poniendo en nuestro corazón las expresiones convenientes y los himnos adecuados, para que adoremos y expresándonos en esa libertad del Espíritu, seamos la boca de la asamblea conduciendo la adoración. Allí estará el Señor según lo declaró. “En medio de la congregación te alabaré” (Hebreos 2:12) Si nos juntamos para orar colectivamente, el Espíritu nos conducirá para hacer subir las peticiones con acciones de gracias de manera conveniente, “orando en el espíritu Santo” (Judas 1:20)
Fijémonos un detalle muy importante: En las reuniones de adoración, como en las de oración, es el Espíritu Santo quien nos conduce a elevar nuestras voces para que suban desde la congregación a la presencia de Dios. En el ministerio de la palabra y las reuniones para tal fin, es distinto. El Espíritu Santo, no es el que eleva al cielo lo nuestro, sino el que trae desde arriba lo que Dios quiere comunicarnos. En la adoración y las oraciones, es lo nuestro que sube por el poder del Espíritu, en el ministerio, es lo de Dios que desciende para nuestra edificación y siempre, es el Espíritu Santo el conductor dirigente, y no el hombre el que hace que las bocas se abran en la presencia del Señor en estas reuniones.
Como puede verse, esto no es de ninguna manera una exageración procedente de una estructura religiosa, antigua y tradicional, como usted decía, sino lo que nos enseña la Palabra y nos muestra como práctica de la Iglesia.
El Apóstol Pablo, instrumento escogido por Dios para poner delante nuestro las verdades reveladas de la iglesia del Señor, enseñando acerca del orden que debe haber en “la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15) y corrigiendo los errores que se cometían en las reuniones, dejó bien en claro, que
“Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (1 Corintios 11:16) y “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37)
Tener estas verdades en claro, nos hacen hacer las cosas convenientemente y evitan problemas y malas interpretaciones. Muchas veces, al ver que un hermano toma todas las iniciativas y dirige y habla; los demás se quejan y se preguntan porque no deja lugar a otro etc. cuando deberían comprender que ese hermano actúa bajo su responsabilidad de servicio personal ante el Señor que lo llamó al ministerio y le dio un don para que ejercite. Él lo hace en una reunión que no es una reunión de asamblea, por lo tanto debemos ser muy cautos para juzgar. Otras veces, esa costumbre adquirida en el desarrollo del don recibido, nos puede conducir a querer hacer lo mismo en una reunión de Asamblea, y allí no sería correcto, porque hay otros hermanos que esperan diligentes que los dirija el Espíritu y no un hombre.
A veces estas verdades son difíciles de comprender, porque a nuestro alrededor se ve un mundo cristiano, dirigido por un clero que los ministra y dirige , donde no se conocen las verdades en cuanto a las reuniones y el ministerio, por lo cual, la falta de libertad del Espíritu en las reuniones no molesta , y se auto convencen que lo importante es hacer las cosas de la mejor manera siempre que aparentemente de resultado, pues aunque no se ajuste mucho a lo que dice la Biblia, el fin, justifica los medios .
Meditemos en las Sagradas Escrituras y el Señor nos conducirá en sus pensamientos, recordando lo que se les dijo a los Corintios: “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?” (1 Corintios 14:35) Esto nos ubica en la posición que nos corresponde, porque no somos nosotros los que establecemos las reglas divinas y desde donde sale la Palabra para que así se haga, sino que la Palabra y sus enseñanzas nos han llegado como también al resto de los creyentes, para que caminemos en la voluntad de Dios.
Finalizada esta conversación, el joven confesó que desconocía los versículos citados y el pensamiento que se le presentó prometiendo meditar en ello.
Preguntas bíblicas
www.lacuevadeadulam.com.ar weblacuevadeadulam@gmail.com