“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:36,37)
“Entonces, (el carcelero) pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:29-31)
Pedro predicó el día de Pentecostés lleno del Espíritu Santo. Aquellos hombres de la casa de Israel se compungieron de corazón y dijeron: “Varones hermanos ¿Qué haremos? Y Pedro les dio la respuesta divina para su situación en ese momento. (Hechos 2:36-40)
Pablo y Silas en la ciudad de Filipos, fueron puestos en prisión. Todo Filipos sabía que eran hombres de Dios que anunciaban el camino de Salvación, así como lo sabía el carcelero que se ocupó de ellos. Además, estos prisioneros eran especiales. A medianoche, cantaban himnos a Dios y oraban en voz alta y toda la prisión los oía. De esa manera Dios preparó el corazón del carcelero, quien, cuando se encontró perdido, preguntó también: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Y también esa pregunta tuvo una respuesta divina. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Véase Hechos 16:16-34)
Las personas no reciben la salvación al saber que están perdidas, sino cuando se sienten perdidas. Es cuando se sienten perdidas cuando se compungen de corazón y de allí la desesperación como la del carcelero y el rendirse ante Dios. Por eso las personas se preguntan qué deben hacer, cuando sienten su perdición. y Dios les hacer ver que deben creer en Jesucristo y recibirlo como Salvador.
Siempre es el trabajo de Dios en las almas lo que conduce al reconocimiento, arrepentimiento y a la confesión de sus pecados.
Pensamientos para reflexionar