
“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.” (Mateo 4:18,19)
“Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores” (Juan 4:38)
El Señor llamó a Pedro y Andrés para que sean pescadores de hombres. Pescar es un arte que requiere paciencia, atención, cuidado… Esto es algo que sabían bien aquellos discípulos. Ellos, primeramente, necesitaban ir en pos de Jesús, porque sin el Señor nadie puede pescar almas. El Señor es quien pone a las almas que va preparando delante de los suyos para que le presentemos el evangelio. Él da a algunos de los suyos, y solamente a algunos, el don de evangelista, esto es algo especial. Sin embargo, aunque sin recibir ese don tan maravilloso, cada cristiano, que ha gustado la gracia de Dios, debe ser un ganador de almas.
Dios nos salva a las personas y a pesar de prometernos el cielo, nos deja sobre la tierra como testigos de su amor y su gracia; y parte de ese testimonio, es proclamar el evangelio de la salvación. ´
El nos utiliza, sembrando la buena semilla y segando lo que otros sembraron, para que el que siembra se goce juntamente con el que ciega (Juan 4:36) porque la salvación es de Dios. No podemos jactarnos como si los frutos fueran nuestros. Nosotros no salvamos a nadie, Dios únicamente lo hace, aunque nosotros por su gracia entramos en sus labores.
Así como pescar y sembrar requieren paciencia, nosotros tenemos que sembrar pacientemente, sin desanimarnos, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos.
Pensamientos para reflexionar