
“Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos”( Levítico 20:27)
“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas” (Deuteronomio 18:10-12)
Dios condujo de manera sobrenatural a Pablo y Silas a predicar en Filipos. El mensaje del evangelio encontró cabida en los corazones de algunas personas y enseguida el enemigo salió al encuentro Eso lo hizo por medio de una muchacha que tenía espíritu de adivinación. Esa muchacha decía: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación” (Hechos 16:17) Lo cual era cierto, pues estaban en aquel lugar justamente para anunciar a Cristo. Sin embargo, esto desagradó a Pablo hasta tal punto que tuvo que reprender a ese espíritu malo para que saliera de ella. Lógicamente, esto les trajo inconvenientes, pues se echaron al pueblo encima.
Muchos podrían pensar carnalmente y decir: Ya que lo que decía la muchacha, era cierto y encima les hacía propaganda abriéndoles el camino, ¿para qué reprender a ese espíritu y ganarse la enemistad de todos? A esa pregunta podemos responder: Porque Dios no necesita del enemigo para su obra, ni se mezcla ni se asocia con nadie. Esa mujer estaba poseída por un espíritu que le informaba cosas que desde su ámbito de oscuridad se producirían y por eso ella adivinaba. Pero eso era del diablo, como el mensaje de ella, que subrepticiamente inducía a que las personas a que fijen sus ojos en los siervos y no en el Dios de la Salvación. Por eso, Pablo rechazó ese testimonio de plano.
Pensamientos para reflexionar