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“Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios, y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios” (Deuteronomio 30:1-3)
Hay quienes dicen que los creyentes, hablamos más acerca del castigo y del infierno que del mismo cielo, y que las predicaciones no deberían ser así. Sin embargo, al meditar las Escrituras, notamos que, hasta nuestro Señor, habló más detalladamente del infierno que del cielo. Y ¿Quién se animaría a decir que eso estaba mal?
El capítulo 28 del Deuteronomio, presenta las bendiciones de la obediencia y las consecuencias de la desobediencia, con 14 versículos mencionando las bendiciones y 54 para las consecuencias de la desobediencia. La cantidad de versículos es casi cuatro veces mayor para apercibir y exhortar que para hablar de lo bueno. Eso no es casualidad. Eso sucede, porque Dios no quiere que nadie perezca, por eso una y otra vez no le dice al hombre lo que el hombre quiere oír, sino lo que necesita oír para no perderse.
Más Dios, no se queda allí, como quien dice el diagnóstico y no da la cura. Él también dice claramente que se debe hacer cuando hemos pecamos y sufrimos las consecuencias. La cura está en el arrepentimiento y la confesión. Dios dice que cuando sufran y se cumplan sus sentencias si se arrepienten y convierten con todo su corazón, entonces los restaurará. (Deuteronomio 30:1-3)
¡Bendito sea nuestro Dios grande y perdonador!
Por eso, seamos imitadores de Dios. Anunciemos a los hombres el mensaje de salvación sin omitir nada.
Pensamientos para reflexionar
