“He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2)
“Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7,8)
Muchos, al oír el mensaje del evangelio, dicen como dijo Félix luego de oír a Pablo: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hechos 24:25) Eso fue una locura.
Todos debemos saber que para ser salvos debemos creer y recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador. Pero para que eso suceda, el hombre necesita que Dios trabaje su corazón y lo quebrante. Necesita verse pecador y sentirse perdido. Todo ese trabajo es imprescindible para que personas que viven en la insensibilidad del pecado se arrepientan y crean.
Cuando nos damos cuenta de esto verdaderamente, vemos que no se puede postergar la decisión de aceptar a Cristo, pues la oportunidad, el estado de ánimo y corazón al que uno llega cuando Dios lo conduce a Cristo para que lo acepte, no lo manejamos nosotros como para que se repita cuando queramos, sino que lo produce Dios, y no sabemos si se volverá a repetir. Quien ha sido trabajado por el Espíritu de Dios para asistir a una reunión. Quien sin darse cuenta quizás, estuvo atento escuchando el mensaje y comenzó a sentir cosas que no sentía, no puede arruinar todo ese trabajo divino dejándolo para otro momento, pues todo lo que sintió se irá esfumando de a poco y no sabe si tendrá nuevamente otra oportunidad. Por eso, como está escrito: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. (Hebreos 3:7)
Pensamientos para reflexionar