
“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo…!” (Isaías 5:20)
El hombre está tan alterado a causa del pecado, que busca el bien en el placer, en lugar de encontrar placer en el bien.
Siente la esclavitud y suspira por una libertad que en realidad desconoce.
Interpreta como libertad no tener a nadie que lo cuestione, y como felicidad todo aquello que lo gratifique, aunque los deseos de su carne, quebranten las leyes humanas básicas.
Trata de sacar a Dios de su vida, diciendo: «Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas» (Salmo 2:3) Esto lo hunde más en la desgracia, porque Dios es luz, y vivir sin Dios, es vivir a oscuras, tropezando y haciéndose daño.
El salmista sabía que el bien sólo se encuentra en Dios, y decía:
«Tú eres mi Señor; No hay para mí bien fuera de ti» (Salmo 16:2)
El bien está en Dios, pero no todo lo que se entiende por bien es de Dios. El hombre cree que lo que a su carne le parece bueno, lindo, agradable, debe ser de Dios, y en realidad no es así. “Porque los designios de la carne son enemistad contra Dios… y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Quien desee el bien, debe saber que la Biblia dice: “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien” (Job 22:21)
Pensamientos para reflexionar