
“Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romano 6:6)
“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:22)
La Biblia habla de las pasiones juveniles, para describir todos esos sentimientos capaces de dominar la voluntad y perturbar la razón, y que si bien es más común verlos caracterizados en la juventud, son propios del ser humano en cualquier edad. De estas cosas hay que huir.
No se nos recomienda dominarlas, enfrentarlas, ni lidiar con ellas para subyugarlas; sino, huir.
José huyó de la esposa de Potifar y salió victorioso de la tentación del pecado que lo asediaba.
Dicen que San Agustín, una noche caminaba rumbo a su casa cuando de golpe se cruzó con una mujer que lo llamó por su nombre. Sin darse por entendido, siguió su camino, y la mujer insistente lo siguió llamando: ¡Agustín, Agustín! Hasta que yendo tras él, lo tomó del brazo y le dijo: ¡Agustín! ¿No me recuerdas?, soy yo… pero Agustín dándose vuelta le dijo: Lo sé mujer, pero yo, ya no soy yo…
La única forma de ser fuerte cuando algo que nos puede hacer tropezar se nos presenta de alguna manera, es desestimar por completo lo que fuese y rechazarlo, recordando que hemos muerto al pecado.
“Considerándonos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11) Tendremos fuerzas para rechazar.
Si tomamos por cierto, el versículo que dice: “Y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20) Seremos vencedores.
Pensamientos para reflexionar