“Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, Y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a todos los que han de venir” (Salmo 71:17,18)
“Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré” (Isaías 46.4)
Una creyente, ya anciana, solía decir: ¡Cuán justa y sabia es la Palabra de Dios! Ella enseña que las mujeres ancianas enseñen a las mujeres jóvenes … (Tito 2:4) Pero, ¡cuán difícil se hace en estos tiempos! Hoy a las personas mayores casi no se las escucha.
Es verdad que las personas mayores, no tienen ya la velocidad mental que tenían de jóvenes, ni están al día con todos los adelantos de la tecnología, pero tienen la sabiduría que dan los años, y más aún cuando son creyentes. Por eso, a lo que el mundo llama viejos, Dios en su Palabra les dice: “Corona de honra” (Proverbios 16:31)
El mundo corre a un ritmo frenético y muchos se quedan atrás. Si eso le pasa debido a su edad, se comienzan a aislar, y cuando quieren opinar, o comentar sus vivencias, se los ignora o silencia.
¡Qué triste es sentirse solo, creyendo que nadie ya los escucha! Sin embargo, todos deben saber que hay alguien a quien le interesan mucho y que los escucha. Ese ser que está siempre dispuesto, se llama Jesús, y es nuestro salvador. Él es el Hijo de Dios, quien vino del cielo a morir por nuestros pecados. Quien nunca está demasiado ocupado ni le falta interés para oírnos. Él quiere tenernos en su comunión y nos dice: “Clama a mí y yo te responderé” (Jeremías 33:3)
Pensamientos para reflexionar