“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:15,16)
Entre los enemigos de Israel, encontramos a los descendientes de Madián, los Madianitas.
Madián, significa: disputa, rencilla, contienda… Y es ese carácter el que manifiesta en las Escrituras, para con Israel. Para nosotros, Madian, es el enemigo, que nos recuerda a la enemistad que tenemos con “el mundo y las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15)
En tiempos de Gedeón, Israel empobrecía en gran manera a causa de los madianitas. A causa de ellos, los hombres se refugiaban en cuevas que hicieron en los montes, en cavernas y lugares fortificados. (Jueces 6:2 al 6)
El poder de Madián, unido al del amalecita, figura de la carne, los despojaba de todo el alimento, no dejándoles nada.
También para nosotros, el madianita, visto “en el mundo y las cosas que están en el mundo” viene para despojarnos. Uno lee la palabra de Dios en familia y en las reuniones, buscando alimentarse espiritualmente, pero, vienen luego las cosas del mundo para distraernos y quitarnos todo cuanto podamos haber cosechado.
Antiguamente, muchos creyeron que enclaustrándose lograrían evitar la influencia del mundo y sus cosas, pero, tal como en época de los Jueces, eso no da resultado. La batalla contra estas cosas, se gana con Cristo, en el poder del Espíritu y de su Palabra; quebrando el vaso de barro para que alumbre Cristo en nosotros.
Pensamientos para reflexionar