“Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5)
Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros (1 Samuel 15:22)
La obediencia es una de las glorias excelentes que resplandecieron en Cristo, quien, “estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8)
Por el contrario, la desobediencia es lo que ha caracterizado la conducta del hombre.
La desobediencia puede manifestarse de una manera abierta y evidente, o disimulada, como medio para conseguir un supuesto buen fin, pero, siempre es desobediencia.
La desobediencia a Dios, a su Palabra, a los padres… es algo que Dios no tolera y tiene sus consecuencias.
El rey Saúl quiso justificar su desobediencia guardando lo mejor de Amalec para ofrecerlo a Jehová, y dijo: “Yo he cumplido la palabra de Jehová” (1 Samuel 15:13-15) Pero Dios lo desechó por desobediente.
Dios no puede ser burlado. Es común tomar la actitud de Saúl y obedecer a Dios desechando aquello que nos resulta repudiable, pero, cediendo ante lo que es agradable a los ojos, pensando, en que si bien, Dios nos autorizó expresamente a ciertas cosas, podemos hacerlo, para servirle mejor.
Recordemos: Es necesario obedecer y prestar atención.
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1)
Pensamientos para reflexionar