“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28,29)
Algunas personas creen que la salvación por medio de Jesucristo, se basa en la fe y en el comportamiento del hombre, por lo tanto, si la fe vacila, o el comportamiento cambia por una manifestación de la carne, la salvación se pierde.
La Salvación no se pierde, como tampoco se gana, se recibe por gracia, mediante la fe.
Cuando comprendemos que la base de la salvación en Jesucristo es la gracia, las malas interpretaciones desaparecen, porque la gracia de Dios no cambia, no fluctúa, siempre está a disposición de quienes no merecemos nada, por eso justamente es (gracia = favor o don no merecido)
La fe es el medio por el cual, el pecador que es inmerecedor de todo bien de parte de Dios, se aferra y se beneficia con la salvación, no su base. Pues si se basara en la fe, entonces sí, fluctuando en la fe, la salvación también fluctuaría. Perdiendo la fe, se perdería también la salvación que en ese caso descansaría sobre esa base. Ahora bien, gracias sean dadas a Dios, la salvación no se pierde, porque es una obra enteramente de Dios, Dios la provee y la mantiene en su obra, y nadie nos puede arrebatar de su mano. (Juan 10: 28,29)
Basar la salvación eterna sobre la fe, en lugar de sobre el sacrificio de Cristo que se nos ofrece por gracia, genera las malas interpretaciones.
(Continúa en la Parte 2)
Pensamientos para reflexionar