“Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás… Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas. Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano…” (Eclesiastés 11:1,5,6)
Hay quienes se desalientan pensando que la Palabra de Dios, en ciertas ocasiones ha sido difundida en vano. Sin embargo, hay muchos testimonios de frutos de esa palabra, inclusive en personas que ni siquiera imaginaríamos.
A una señora se le envió por años un calendario de meditaciones cristianas a su domicilio. Nunca lo agradeció, ni se supo de ella, pero una vez escribió otra persona diciendo que ella había conocido al Señor por medio de esas meditaciones. Que había recibido a Cristo como su salvador y que el medio utilizado por Dios para su salvación, fueron esos calendarios que año tras año recibía su patrona, la cual, negándose a leerlos, los tiraba al cesto de la basura. Ella, al ver que era algo de Dios, los recogía y los leía…
Otra vez supimos de un preso que contó que, en su reclusión, solo lo dejaban salir para recolectar la basura. En una ocasión, entre la basura encontró un librito que resultó ser un calendario cristiano de años anteriores, ya muy ajado y deteriorado, el cual, igualmente tomó para sí, contento de tener algo para leer. Lo leyó, y se convirtió al Señor. De allí tomó la dirección para seguir pidiendo material bíblico, haciendo contacto con otros creyentes.
La Palabra nunca vuelve vacía. Es enviada para salvación y produce vida, a veces de las maneras que menos pensamos. Nuestra misión es difundirla siempre.
Pensamientos para reflexionar