“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10,11)
Hay quienes ante estas hermosas declaraciones de Dios acerca de la eficacia de su Palabra, tropiezan en sus pensamientos y dicen: ¿Cómo entender que la Palabra de Dios no volverá vacía, cuando vemos a diario que a muchos se les presenta esa Palabra para que sean salvos y siguen en sus caminos sin que la Palabra les haga mella? ¿No es eso una contradicción?
Esas personas deben siempre tener en cuenta que Dios no se contradice, y que la Palabra de Dios es perfecta. Toda incomprensión o cosa que no se entienda, no es falencia de Dios, sino limitación comprensiva del hombre.
El profeta Isaías anuncia grandes bendiciones, diciendo que, así como la lluvia y la nieve, bajan del cielo y producen múltiples bendiciones sobre la tierra; su palabra también las producirá, y todas las cosas anunciadas proféticamente se cumplirán fielmente porque por medio de su Palabra él estará obrando en los corazones.
Que una persona deseche la gracia de Dios rehusándose a creer, no significa que la Palabra enviada por Dios para salvación no surta efecto en la tierra.
La palabra es eficaz y produce vida en quien no la rechaza. Esa Palabra es enviada para dar vida, y como alimento. Con poder para corregir, enseñar e instruir en justicia (2 Timoteo 3:16) pero también para dejar testimonio de que Dios en su gracia llama a todos para salvación. (Ezequiel 2:5)
Pensamientos para reflexionar