
“Conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina” (1 Timoteo 1:9.10)
“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20)
“La Biblia declara bien claramente que la ley es santa y el mandamiento justo santo y bueno” (Romanos 7:12) Pero, lamentablemente, los hombres no interpretaron para que fue dada.
La ley no fue dada como un camino de vida; sino como una norma de vida. Los que quisieron encontrar la vida y la salvación en la ley, se vieron decepcionados por su impotencia. La Biblia enseña de una manera clara que por medio de la ley ningún ser humano pueda justificarse delante de Dios, porque por medio de la ley no es el conocimiento de la salvación, sino el conocimiento del pecado. (Romanos 3:20)
“La ley es buena si uno la usa legítimamente” (1 Timoteo 1:8). La ley fue dada a Israel para hacerles bien (Deuteronomio 6:2)
La ley enseña la sublime santidad de Dios y la terrible pecaminosidad del pecado (Romanos 7:13) así como manifiesta la universalidad del fracaso humano, porque ante la ley, “toda boca se cierra y todo el mundo queda bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19)
Es necesario que sepamos todas estas cosas en cuanto a la ley.
La ley enseña maravillosamente la gracia de Dios que provee un camino para acercarse a él por medio de un sacrificio con sangre. Un sacrificio que habla elocuentemente del Salvador que nos ha sido dado en Jesucristo. “El cordero de Dios que quita el pecado del mundo”
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Pensamientos para reflexionar