“Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26)
“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)
(Léase el relato en Mateo 19:16-22, Marcos 20:17-22)
La historia del joven rico toca las fibras más profundas del corazón, pues es la historia que todos nosotros lamentablemente vemos a diario muy cerca nuestro. Es la historia que nos hace pensar en aquellas personas que no quieren vivir la vida en la inmundicia del pecado y se esfuerzan para no hacerlo, pero, no terminan de dar el paso de salvación, no entregan su corazón, y se van tristes a la perdición.
Es la historia de aquellos que nos son cercanos, los cuales, si tienen que asistir de vez en cuando a las reuniones lo hacen, pero no tienen trato con Dios. Son los que cuando escuchan que se los llama y se les dice: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7) Se enojan y alegan que ellos no son impíos, que se los trata así porque no son religiosos etc. aunque, saben bien que no son salvos y lo sienten, pero prefieren seguir atados a su vida, sus modas, sus costumbres e ideas, que entregar plenamente el corazón a Cristo, como le pasó al joven rico, a quien se le dijo. Una cosa te falta, Y aunque esto lo entristeció, prefirió seguir adelante, despreciando la salvación.
¡Qué nada te deje fuera de la vida eterna!
Pensamientos para reflexionar