“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36)
“Mas ellos se rebelaron contra mí, y no quisieron obedecerme; no echó de sí cada uno las abominaciones de delante de sus ojos, ni dejaron los ídolos de Egipto” (Ezequiel 20:8)
“No quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír” (Zacarías 7:11)
La Biblia habla del corazón del hombre, y eso es al referirse a todo cuanto hay en el ser humano: Sentimientos, emociones, intelecto, voluntad…
Hay una fuerza en la voluntad del hombre que le lleva a hacer proezas, desde cosas muy simples y cotidianas hasta grandes empresas. Pensemos por ejemplo en la voluntad que pone una persona cuando desea adelgazar, o cuando para modificar su figura, comienzan a ir a un gimnasio. Muchos ante tales cosas sucumben, pero otros son perseverantes y lo logran. Allí hacen notar una gran fuerza de voluntad.
Ahora pensemos en las personas que una y otra vez escuchan el evangelio. Que frecuentan las reuniones cristianas, pero que se quedan con eso y no reciben a Cristo como su salvador entregándole sus vidas. Esas personas, también manifiestan una voluntad activa para rehusar creer en el Salvador y eso es terrible. Esas personas se van conscientemente al infierno eterno, no porque Dios no los haya querido, sino porque no quieren creer. No quieren compromisos serios con Dios. Y aunque la vida los trate mal y estén llenos de traumas, no quieren abandonar el pecado, ni lo que les parece su libertad y ese pedacito de cielo que encuentran en sus placeres.
Los seres humanos tienen la voluntad corrompida a causa del pecado, solo la obra del Espíritu Santo puede cambiarlo, y ese cambio, comienza con el trabajo interno para salvación.
Pensamientos para reflexionar