
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15)
“Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina… Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” (1 Timoteo 4:6 y 16)
Siendo la Biblia, la Palabra de Dios, la verdad absoluta en cualquier tiempo y lugar; es lo que debemos siempre esgrimir y mantener por encima de todo dogma de fe, experiencias vividas, pautas culturales, tradición, etc.
Pero eso es necesario que cuando mencionamos las Escrituras, lo hagamos bien, siempre Biblia en mano para citar los versículos exactos sin agregar ni omitir nada. De esa manera, la Palabra de Dios que es viva y eficaz, hará su obra en los corazones, pues no son nuestras explicaciones de las Escrituras la que tienen poder de convencimiento y edificación para cambiar vidas, sino la Palabra.
Así también, es muy conveniente que cada vez que hablamos de parte de Dios, revalidemos lo que decimos con los pasajes bíblicos correspondientes que así lo enseñan. Eso tiene una fuerza especial de parte de Dios y evitará que digamos cosas que no sean justas, pero a las que fuimos llevados por interpretaciones privadas y no por enseñanzas bíblicas que todos pueden constatar interpretando correctamente las Escrituras.
Todos comprendemos que no tenemos para cada detalle de la vida diaria un versículo que hable textualmente de ello, pero sabemos que tenemos principios espirituales que nos dan luz, y esos son los que tenemos que saber presentar, para que se pueda constatar si lo que decimos en lo personal, o lo que hace la congregación es correcto y está bíblicamente bien interpretado.
Pensamientos para reflexionar