
“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5)
“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5)
Los analistas de investigación en comunicación no verbal, dicen que es imposible que alguien imite los gestos de otra persona a la perfección todo el tiempo. Los mejores en hacerlo, solo pueden hacerlo por un periodo no mayor a los 5 minutos.
En el sentido espiritual, podemos decir que también en el ámbito cristiano sucede lo mismo. Una persona puede simular ser cristiana, y confundir a muchos, pero no podrá hacerlo todo el tiempo. Es verdad que Dios mira el corazón, y que hasta allí no puede llegar el hombre, pero lo que hay en el interior se exterioriza, y si prestamos atención se notará lo que cada uno tiene en su corazón.
Abraham Lincoln decía: “Puedes engañar a todas las personas una parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo”
Una persona puede imitar la forma de hablar de los creyentes, puede asistir a las reuniones y fingir tener una relación con Dios que en realidad no tiene, todos los domingos, pero el lunes en sus ocupaciones, en su casa, o con sus amigos, bajo la presión de las obligaciones, mostrará finalmente la realidad.
Dios busca una fe no fingida (1 Timoteo 1:5) Un amor fraternal no fingido (1 Pedro 1:22) Y esto solamente lo muestra, quien convicto de pecado recibió a Cristo como su salvador naciendo de nuevo.
Pensamientos para reflexionar