LA ADORACIÓN Y EL EVANGELISMO (1)

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 15:23,24)


El Señor antes de pasar de este mundo al Padre, instituyó un memorial, y dijo a los suyos: “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Y antes de subir a los cielos, encomendó a los suyos una gran comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15)

Al principio, estas directivas se cumplíeron de una manera natural y fielmente, y los creyentes se reunieron y perseveraron en el partimiento del pan (Hechos 2:42) y comunicando las buenas nuevas de salvación a sus semejantes. Se dice que la iglesia se juntaba para adorar y se dispersaba para llevar el mensaje de salvación. Luego, con el tiempo, ese fervor fue menguando y lamentablemente la celebración de la Cena del Señor se fue celebrando esporádicamente.

Sin duda, tanto la adoración que está ligada íntimamente a la Cena del Señor, ya que los creyentes no podemos hacer memoria del Señor y proclamar su muerte sin sentimientos de adoración, como la evangelización, no mantuvieron el fervor del principio. Tanto es así, que, con el tiempo, algunos grupos cristianos enfatizaron en la evangelización relegando las reuniones de adoración. Mientras que otros, pusieron su énfasis en la adoración, olvidando el mandato del Señor en la gran comisión, dejando que ese trabajo lo hicieran otros cristianos. Perdiendo el equilibrio divino que dice: “Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23:23)

Continúa en la parte (2)


Pensamientos para reflexionar

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