“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3,4)
La Biblia dice: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4) y ¡Qué verdad más alentadora!
Uno muchas veces como creyente se encuentra en situaciones que escapan a todo cuanto podamos hacer. El creyente arrepentido reconoce y confiesa sus pecados volcando su corazón delante de Dios en oración, y delante de los hombres expone su condición, pero, “la esperanza que se demora es tormento de corazón” (Proverbios 13:12) y se le cierra todo… Sin embargo, en esos momentos, no queda solo, las escrituras le hablan al corazón y renuevan sus esperanzas. Porque ¿Qué más puede hacer el creyente sino dejar todo en manos de Dios? ¡Qué hermoso es entonces leer!: “La causa está delante de él; por tanto, aguárdale” (Job 35:14) Y ver que eso está en completa concordancia con el ejemplo del Señor, quien cuando padecía… encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23)
Los primeros cristianos vivieron cosas similares, fueron perseguidos y amenazados para que callaran. Pero ellos clamaron al Señor diciendo: “Señor… Mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (Hechos 4:29) Encomendaron la causa, y pidieron fuerzas para seguir.
Recuerda: En situaciones difíciles, haz lo mismo. “Acuérdate de engrandecer su obra, La cual contemplan los hombres” (Job 36:24) Y sigue adelante.
Pensamientos para reflexionar