
“El que halla esposa halla el bien, Y alcanza la benevolencia de Jehová” (Proverbios 18:22)
“El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias. Le da ella bien y no mal Todos los días de su vida… Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada” (Proverbios 31:11,12 y 30)
Dios todo lo hizo hermoso en su tiempo (Eclesiastés 3.11) Pero el pecado echó todo a perder y la humanidad se dividió en dos. Los que le creen a Dios y reconociéndose pecadores han recibido a Cristo como su salvador, y los que caminan independientemente de Dios, creyendo quizás en Dios como en un ser superior, pero no queriendo creer en Cristo como Salvador.
De alguno de estos círculos de personas, cada uno debe elegir el cónyuge para unirse de por vida en matrimonio. Para unirse en un yugo donde tirar para adelante como familia persiguiendo un mismo objetivo.
Dios nos dice en su Palabra: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14) Enseñándonos que un creyente no debe unirse en matrimonio con un incrédulo, por más buena persona que sea, por una cuestión de naturalezas distintas que hace que las personas sean distintas en sus gustos, sus pensamientos, sus anhelos, sus apreciaciones. Y siendo tan distintos, ¿Cómo tirar parejos persiguiendo un mismo objetivo? ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amós 3:3) ¡Imposible!
Esto es algo que deben tener bien presente todos los solteros, los que aún deben elegir. Los que conocieron al Señor ya siendo casados, deben permanecer unidos en matrimonio contando con la gracia de Dios para salvación de la parte incrédula y la asistencia divina para cada detalle de la vida matrimonial.
Pensamientos para reflexionar