JUDAS ISCARIOTE (Parte I)

“Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar” (Salmo 41:9)

“Porque no me afrentó un enemigo, Lo cual habría soportado; Ni se alzó contra mí el que me aborrecía… Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, Mi guía, y mi familiar; Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, Y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Salmo 55:12-14)


El caso de Judas Iscariote nos llena de asombro. Parece imposible que alguien llegue a semejante traición, sobre todo habiendo estado tan cerca del salvador.

Algunos piensan que Judas ya había nacido predestinado para ser el traidor, es decir que más allá de su deseo, había sido signado por Dios para ser el entregador y sin importar como viviera iba a terminar haciéndolo, porque para eso había venido al mundo.  

Esas personas, al ver los versículos que hablaban anticipadamente de que un hombre traicionaría al Señor, piensan que Judas no tuvo ninguna responsabilidad, sino que simplemente nació predestinado para sufrir el castigo eterno.

Eso es una blasfemia, primeramente, porque desnaturaliza a Dios nuestro salvador que quiere que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2.4) Y que no ha predestinado jamás a nadie para perderse.

Es una aberración porque hace de Judas un autómata que cumple lo que inevitablemente no puede dejar de hacer, y nos priva de la gran enseñanza que Dios nos muestra en alguien que estando tan cerca del salvador, cerró su corazón para no recibirlo.

Además, es un pensamiento herético que le resta valor a los sufrimientos de Cristo, pues Cristo sufrió en gran manera lo que fue la traición de Judas, que era alguien” íntimo suyo… el que de su pan comía” (Salmo 41:9, y 55:13) a quien hasta último momento trató con amor.


Pensamientos para reflexionar

www.lacuevadeadulam.com.ar  weblacuevadeadulam@gmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *