“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe… para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (Hebreos 12:1-3)
En una ocasión Pedro vivió una experiencia maravillosa. Era de noche y estaba en una barca azotada por las olas, porque los vientos les eran contrarios. De repente Pedro y los demás discípulos vieron al Señor que venía hacia ellos caminando por las aguas. Pedro dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14:28 al 31)
Pedro fue un hombre que caminó sobre las aguas. ¡Qué maravilla! Dio pasos increíbles, mientras sus ojos, solo se posaron en el Señor.
Sin embargo, ¿por qué no pudo seguir caminando? Porque, tal como nos pasa a nosotros, las cosas a su alrededor hicieron que dejara de mirar al Señor y que viera las contrariedades.
El Señor le dijo: ¿Por qué dudaste? Esto, porque como nosotros también experimentamos, lo que nos hunde, no son las circunstancias, sino la falta de fe.
Cuando en vez de contemplar las posibilidades y las expectativas de que algo verdaderamente pueda suceder, se mira únicamente al Señor, la fe nos hace vivir experiencias maravillosas.
Pensamientos para reflexionar