“¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, Y los burladores desearán el burlar, Y los insensatos aborrecerán la ciencia? Volveos a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, Y os haré saber mis palabras” (Proverbios 1:22,23)
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7)
Cuando alguien escucha el verdadero evangelio de la gracia de Dios claramente y queda tocado profundamente, pero no se convierte y su vida no cambia. Uno se pregunta: ¿Qué parte no se habrá comprendido? Sin embargo, por lo general, ese rechazo no se debe a lo que no se comprendió, sino a lo que sí se entendió. Esa persona que escuchó atentamente y se quedó pensando y hasta reconoció cuan cierto es lo que escuchó, no respondió abriéndole el corazón a Cristo, porque hay algo en su corazón que no quiere dejar. Entonces, al llegar al momento de la decisión, retrocede para perdición.
Algunos piensan: Yo vivo cómodamente con mi novia o mi novio en pecado, si me entrego a Jesucristo, voy a tener que cambiar esa relación. Otros, dicen: Yo vivo de tal manera, sé que Dios no está de acuerdo, pero me gusta vivir así, y cosas por el estilo.
Algunos son sinceros y reconocen que no quieren cambiar. Otros se enojan con Dios y quieren discutirle o argumentan defendiendo lo que hacen, diciendo que son interpretaciones extremas de los religiosos, no mandamientos de Dios quien comprende y se va a adaptando a los tiempos que vivimos.
Crean lo que crean y digan lo que digan, Dios dice claramente: El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3: 36)
Pensamientos para reflexionar