FIRME EN LAS ALTURAS

“Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar” (Habacuc 3:17-19)


Un niño le decía a su padre que era aviador que temía cuando él volaba en días de tormentas, porque lo asustaban muchos los rayos y los truenos. Su padre le explicaba que en realidad al volar se toman todas las precauciones. Pero que, de todos modos, ellos se elevan por encima de las nubes, y entonces, aunque abajo esté lloviendo ellos pueden volar en paz, por encima de la tormenta. A pesar de las explicaciones, el niño no lo entendía, porque hasta donde él podía ver la tormenta seguía.

Cuando el niño creció, se dio cuenta que, al volar, como en la vida de fe, uno debe elevarse y andar por encima de todo cuanto pueda inquietarnos. De lo contrario es difícil mantener la estabilidad emocional. Uno vive rodeado de cosas que ve y que dañan su mente y ensucian su espíritu. Cosas que lo distraen, le quitan la concentración y que son un constante cebo para la carne que el enemigo las utiliza para hacernos mal. Pero, eso son solamente las cosas de abajo.

Si el creyente solo viviría en esa esfera, pronto se secaría. Gracias a Dios, el creyente tiene el recurso de poder elevarse para buscar las cosas de arriba, cosas en las cuales no hay turbación. Elevarnos debe ser un ejercicio diario, además de la experiencia que hagamos cada vez que nos congreguemos para gustar la atmosfera del cielo.


Pensamientos para reflexionar

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