Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. (Hebreos 2:1-4)
Sin importar el tiempo en que vivamos, Dios, siempre, si quiere puede obrar milagros. Lo que cambia con el tiempo, son los tratos de Dios. Por eso, vemos que en determinados momentos hubo dones operando milagros y sanidades, de manera general y en todo lugar, que hoy no vemos de la misma manera, aunque algunos se los atribuyan.
Al comienzo de la Iglesia hubo una gran necesidad de manifestaciones espirituales y dones señales para confirmar el origen divino del mensaje que se predicaba.
Pablo defendió su apostolado mencionando que hizo milagros apostólicos (2 Corintios 12:12) Sin embargo, en su enfermedad, rogó al Señor por tres veces y no se curó (2 Corintios 12:9) Tampoco curó a Timoteo su hijo amado en la fe (1 Timoteo 5:23) ni a su compañero Epafrodito (Filipenses 2:25-27)
¿Quiere decir eso que Dios ya no cure o no tenga poder? De ninguna manera. Pero los dones y las sanidades, no funcionan como muchos lo entienden en nuestros días. Ellos cumplieron una función y confirmaron la Palabra para que el cristianismo se estableciera en la tierra.
De todos modos, Dios sigue obrando diariamente el mayor de los milagros que es la conversión de los pecadores. Es en eso que tendríamos que ansiar ser utilizados.
No hay nada más maravilloso que ver el poder de Dios salvando a una persona. Haciendo de ella una nueva criatura para su gloria.
Pensamientos para reflexionar