
“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23)
“Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18)
La salvación es algo profundo que se produce en las personas por la obra del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios que es viva y eficaz. Fruto de un trabajo de alma que es mucho más que el mero conocimiento del plan de salvación, o del reconocimiento que muchos manifiestan ante la presentación del evangelio, diciendo que están de acuerdo con estas grandes verdades.
Tengamos en cuenta: Nadie se salva solamente por saberse perdido, sino porque por el convencimiento del Espíritu Santo, se siente perdido.
Si la salvación, se efectuara en las personas por conocimiento, sin el convencimiento y la iluminación del ser interior que produce el Espíritu Santo para que vean las cosas como realmente son, todos los hijos de creyentes y las personas que viven en los medios cristianos, serían también salvos, porque saben lo que es el pecado, y escucharon siempre sobre el cielo y el infierno.
Si los hombres se pudieran salvar por medio de su propia comprensión, al día siguiente del arrebatamiento de la Iglesia, las personas mencionadas se convertirían, porque constatarían que se cumplió lo que por años han venido escuchando. Sin embargo, no será así, porque el Espíritu Santo ya no estará obrando en sus corazones para llevarlos a Dios.
¡Esto es solemne! Por eso, repetimos: Ahora es el momento de volverse a Dios y confiar en Jesús como Salvador. Mañana será tarde.
Pensamientos para reflexionar