Jesús dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. (Lucas 9:59-62)
Dios ha dotado a los seres humanos de sentimientos y esto es algo maravilloso. Afectos naturales, que cuando faltan, hunden a los hombres en la miseria más grande (Véase Romanos 1:28-32 y 2 Timoteo 3:1-4)
De todos modos, debemos reconocer que, el afecto natural y fraternal, tan necesario y faltante en estos tiempos, donde los hombres son amadores de sí mismo, no son los sentimientos mas sublimes que posee un creyente. El Apóstol Pedro dice que a la fe hay que administrarle entre otras cosas afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:5-7) ¿Por qué? Porque hay algo más sublime que afecto fraternal y es el amor, el cual no hace nada indebido, obra siempre bien, y se goza en la verdad.
Por afecto fraternal, un padre, quizás defienda a su hijo por encima de lo que diga la palabra de Dios, o alguien infrinja los mandamientos sagrados defendiendo a un amigo o pariente. Los afectos naturales y fraternales ponen a las personas antes que al Señor y sus cosas; sean las reuniones, el servicio o cualquier otra cosa, el amor, no.
Por eso, el Señor que nos enseña el valor que tiene el afecto natural y fraternal, también nos muestra el lugar que deben ocupar, para que no seamos conducidos por ellos, sino por el verdadero amor, el cual le otorga a él siempre el primer lugar.
Pensamientos para reflexionar