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“Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos… que dicen: Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día. (Isaías 65:2 y 5)
“No fieis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este” (Jeremías 7:4)
El orgullo espiritual es algo de lo mas repudiable. Ante los ojos de Dios, es aún más terrible, porque todos los creyentes hemos sido objeto de la misma gracia.
Siempre que se hable de gracia, se habla de algo recibido sin merecimiento, pero el hombre olvida eso, y subido a su imaginaria cima de moralidad, juzga sin misericordia a aquellos que han caído en desgracia que han pecado contra Dios y que hoy buscan el perdón y la restauración. De más está decir que eso no es justo ni bueno. Los que hemos sido perdonados de nuestros pecados, debemos vivir y actuar siempre con gracia y el rigor de la ley aplicarlo primeramente a nuestro comportamiento.
Dios perdona y olvida. Nosotros como hijos amados, somos llamados a ser imitadores de Dios (Efesios 5:1)
La condena social sobre quien ha pecado, podría formar parte del gobierno de Dios, pero de parte de los inconversos, no de los creyentes, pues los hijos de Dios de Dios saben que quien pecó y fue perdonado por Cristo, no necesita pagar mas nada y no es conforme al Espíritu de Cristo condenarlo.
Quien no es consiente de lo grande que fue lo que Dios le perdonó, ama poco y juzga mucho, creyéndose superior. Pero quien es consciente de lo mucho que se le perdonó, ama mucho (Lucas 7:46) y es un mejor portador de la gracia.
Pensamientos para reflexionar
