EL PRINCIPIO DE SEPARACIÓN (2)

“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16)


Hay quienes piensan que para testificar acerca de Jesucristo uno debe ser uno más con el mundo, tomando parte en su política, sus ciencias y sus artes. Entonces, en todo lugar habrá un testimonio de Jesucristo que hará finalmente que las personas se interesen por Dios.

Es bien cierto que Dios salva a todos los que creen en Jesucristo, independientemente del lugar y la condición en la que se encuentren, y así, los utiliza para su gloria. Pero, también es cierto que luego Dios los santifica, separándolos del mal.

Un creyente que vive sin separarse del mal, no tiene fuerza espiritual para testificar, ni su testimonio es efectivo para que Dios lo utilice. Tenemos el ejemplo de Lot. Lot era un creyente que se afligía al ver la perversión a su alrededor, pero se quedaba en aquel lugar. Seguramente, era reconocido en aquella ciudad, pues se sentaba a la puerta con los ancianos. (Génesis  19:1) Sin embargo, su anuncio del juicio venidero no tuvo fuerza de convencimiento, pues hasta sus yernos pensaron que no era en serio. En muchas cosas habrá sido un buen ejemplo, pero en las cosas de Dios no fue muy influyente, pues su misma mujer pereció por mirar lo que dejaba en Sodoma y sus hijas, fueron mujeres sin temor de Dios.

Esto nos muestra que, para ser un testigo fiel, el creyente debe ser santo y apartado del mal.


Pensamientos para reflexionar

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