
“Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, Pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, Si de ti no me acordare; Si no enalteciere a Jerusalén Como preferente asunto de mi alegría” (Salmo 137: 5,6)
“y él (Jesucristo) es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18)
Los grandes hombres de Dios del Antiguo y Nuevo Testamento, siempre tuvieron a Dios como primera cosa en su vida. Y Dios que había dicho “Yo honraré a los que me honran” (1 Samuel 2:30) de testimonio de ellos.
Para nosotros también debe ser así, por eso debemos preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa el Señor en nuestras vidas? ¿qué lugar le damos a la reunión en torno al Señor? Seguramente, todo cristiano dirá: El Señor y la Iglesia, ocupan el primer lugar en mi corazón, pero luego, al considerar los detalles diarios de la vida quizás constatemos que no es tan así.
Para el salmista del salmo 137, Jerusalén, que era la ciudad del Dios vivo, el lugar de reunión del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, era algo que no deseaba olvidar, y más aún, era el lugar predilecto, el de su preferente alegría. ¿Es la reunión en torno al Señor, el preferente asunto de nuestra alegría? Quiera el Señor que todos podamos contestar: Si.
Si es así, serán los momentos junto al Señor y a los hermanos los que tengan la prioridad, antes que otros compromisos y, aunque a veces haya compromisos familiares, sociales, laborales, etc. inevitables, estos no serán habituales, porque los hijos de Dios aprenden a redimir su tiempo y a colocar al Señor como primero en todo, para que el Señor, en todo tenga la preeminencia.
Pensamientos para reflexionar