“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13)
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8,9)
No hay sensación más liberadora para el alma como la de sentirse perdonado. Satanás lo sabe, por eso acusa y aflige a las almas, trayendo a la memoria los pecados pasados, sin importarle si estos ya han sido perdonados o no.
La Biblia enseña cuán grande es el valor de la obra de Cristo en la cruz, donde murió por nuestros pecados, y que Dios es justo en perdonar judicialmente a todo aquel que cree en Jesucristo como su salvador. Como así también, paternalmente, a todo creyente que comete un pecado, para que vuelva a gozar su comunión con el Padre, si lo confiesa.
Escrito está en la Palabra: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)
Notemos bien que las Escrituras dicen que Dios, es fiel y justo para perdonar nuestros pecados. Podríamos preguntarnos: ¿Fiel, a qué? Y la respuesta es fiel a su palabra, “Porque fiel es él lo que prometió. (Hebreos 10:23) Lo cual asegura que así será. Pero, además, es justo. ¿Justo, con quién? Bueno, sabemos que Dios es justo por excelencia, pero, además, si confesamos nuestros pecados, es justo para con la obra de Cristo, para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad, pues allí fueron satisfechas las demandas de su justicia y su santidad.
¡Bendito sea nuestro Dios! “bueno y perdonador” (Salmo 86:5)
Pensamientos para reflexionar