
“Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres… Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:8, 11,12)
“Y a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1 Corintios 12:7)
Cuando la gente ve a alguien predicando, piensa automáticamente: “Esa persona debe ser el pastor”. Porque cuando alguien se presenta como pastor, es a quien veremos hacer de pastor, evangelista, maestro y cabeza visible de esa iglesia, dirigiendo todo cuanto se haga. Generalmente, esto es lo que se ve en estos días, pero no lo que enseñan las Escrituras.
La Biblia enseña que, detrás de cada servicio hay un ministerio, y que para cada ministerio hay un don. Por lo general, Dios no da todos los dones a la misma persona, sino que hay diversidad de dones, de ministerios y de operaciones (1 Corintios 12:4-6) que se llevan a cabo a través de todos los miembros.
Alguien hace la obra de evangelista y trae a las almas a los pies de Cristo. Luego, esas personas en las reuniones irán aprendiendo cada vez más acerca de Dios y de su palabra, porque hay maestros para enseñarles. El creyente nuevo, como un corderito en el rebaño de Dios, necesitará que lo apacienten. Esa es una tarea pastoral que hace quien, con los sentimientos de Cristo, se acerca a las personas, las escucha, les enseña, los guía… Así hay progresos maravillosos, pero no como consecuencia y obra de una sola persona, sino de todos quienes “se ayudan mutuamente según la actividad propia de cada miembro para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16)
Pensamientos para reflexionar