“Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1:13)
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18)
Los seres humanos, muchas veces somos complacientes con el pecado, porque todos somos pecadores, y ante quien peca, nos mostramos comprensivos, porque en el fondo, sabemos que somos igualmente capaces de cometer tales cosas.
Dios siempre llama al pecado por su nombre, aunque actualmente, se utilicen muchos eufemismos para no ser demasiado francos.
La Biblia menciona al hijo contumaz y rebelde, (Deuteronomio 21:18) Lo que hoy llamaríamos: Un joven con problemas de conducta.
A los borrachos, (1 Corintios 6:10) Hoy llamados alcohólicos o personas con problemas de adicción.
Menciona claramente y sin vueltas a los idólatras, los sodomitas, los fornicarios, los adúlteros, las rameras, los mentirosos… mostrando que los tales están excluidos del reino de Dios a menos que se conviertan.
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7)
Comúnmente se dice: Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador… ¡Cuidado! Esto es cierto en el sentido que ama a sus criaturas y se compadece de ellas; no en que tolera el mal y tiene comunión con el pecador. Quien deliberadamente quiera andar en sus aberraciones, se hace también aborrecible ante sus ojos.
“Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad” (Salmo 5:5)
Pensamientos para reflexionar