
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7)
La Biblia nos habla de dos hombres apartados para Dios, nazareos desde el vientre de su madre. Ellos fueron Sansón y Juan el bautista. (Jueces 13:5, Lucas 1:13-15)
Ambos fueron elegidos para servir a Dios.
De Sansón se dice: “Y el niño creció, y Jehová lo bendijo” (Jueces 13:24)
De Juan el Bautista se dice algo similar: “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu” (Lucas 1:80)
Sansón peleó contra los filisteos, de una manera notable. Mató a mil hombres con una quijada de asno y arrancó las puertas de la ciudad de Gaza. Fue el hombre más fuerte, sin embargo, flaqueó en su conducta y su servicio para Dios se vio afectado.
Sansón y Juan vivieron en épocas difíciles. Sirvieron a Dios, en tiempos de gran decadencia espiritual. Sansón, cayó por no poder dominarse ante las mujeres. Juan, hizo un servicio fiel.
Bien dice la Palabra: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; Y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Proverbios 16:32)
Hubo un condimento en Juan que seguramente lo ayudó. Él, desde niño crecía y se fortalecía en espíritu, lo cual no se dice de Sansón, que también como niño crecía bendecido por Dios.
Quien no sabe enseñorearse de su espíritu no podrá mantenerse en fidelidad a pesar de su fuerza, dones y bendiciones que tenga.
Pensamientos para reflexionar