“Y él (El Señor Jesús) es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18)
Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones… (1 Pedro 3:15)
Dios nos enseña que, él, debe ocupar el primer lugar en nuestro corazón. Esto es lo que nos hace felices y fuertes ante los ataques del maligno y la adversidad.
El corazón humano alberga muchas cosas. Todo lo que manifiesta el hombre sale de su corazón. (Mateo 12:35 – 15:19) Por eso, la vida depende de lo que ocupe el primer lugar en nuestro corazón.
El joven rico, del cual hablan los evangelios, se puso triste cuando el Señor Jesús le dijo que le faltaba sólo una cosa: vender todo lo que tenía para darlo a los pobres; porque sus posesiones llenaban tanto su corazón que fueron más grandes que sus deseos de vida eterna.
Todos tenemos algo en el corazón que está ocupando el lugar que debe ocupar Cristo. Eso no deja que el alma se convierta, ni que el convertido avance como debería en la vida cristiana feliz.
El hombre camina tras su corazón, por eso, en el corazón debe reinar Cristo, y debe ser reverenciado, temido y santificado.
David decía: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmo 139: 23)
Esto debemos pedir, para que si hubiera algo en nuestro corazón estorbándonos, lo reconozcamos, lo confesemos y sea quitado. “Para que habite Cristo” (Efesios 3:17)
Pensamientos para reflexionar