
“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas18:1)
“Pero pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1:6)
“Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6)
Un día, el ángel Gabriel se le apareció a Zacarías le dijo: “No temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan” (Lucas 1:13)
Zacarías y su esposa habían orado por mucho tiempo, pero aparentemente no habían tenido respuesta. El ángel les confirma algo que es fundamental para quienes oran: Sus oraciones fueron oídas.
El apóstol Juan dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14,15) ¡Esto es maravilloso!
Hay cosas por las cuales no nos atreveríamos a orar, porque nos faltaría el convencimiento de que son conformes a la voluntad de Dios; pero hay otras, que son conformes a su voluntad y por las cuales oramos confiadamente. Cuando esas peticiones no tienen una respuesta inmediata, podría producirse un desconcierto en el corazón.
Eso no debe ocurrirnos. La Biblia nos enseña que, como en el caso de Zacarías, si las oraciones son según la voluntad de Dios, él las oye, y si las oye las responderá. Quizás, no inmediatamente, pero por fe, podemos descansar confiados en que finalmente, aquello que le hemos pedido, nos será dado en el momento preciso.
Pensamientos para reflexionar