
“Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 18:32)
“Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23)
Dios es justo y no puede tolerar el pecado. Cada pecado cometido, impone castigo sobre el que lo cometió. Nadie puede negar que ha cometido pecados, por eso nadie puede pensar que escapará al justo juicio de Dios.
Por el pecado se paga, y nadie tiene lo suficiente como pagarle a Dios por las cosas que hizo y seguir en pie. Pues la paga del pecado no se hace con dinero, con buenas obras, ni con nada que el hombre pudiera ofrecer. La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23) Por lo cual, el pecado reclama muerte y eso es justamente lo que se cobra.
Dios quien además de justo es amor, siempre se dirigió a los hombres diciéndoles que no quería que nadie perezca, sino que todos procedieran al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9) Pues el no quiere la muerte del que muera, sino que el hombre se convierta (Ezequiel 18:32)
Por eso, en su amor, envío desde los cielos a su Hijo Jesucristo, quien, habitando en un cuerpo, semejante al nuestro, pero sin pecado, pudiera presentarse por nosotros y llevar el castigo que merecían nuestros pecados. Y así lo hizo en la cruz del calvario. Por este motivo, Dios solo puede perdonar a quien acepta esta salvación que hizo Jesús, muriendo en nuestro lugar por nuestros pecados. Pero, ¡Cuidado! Quien no lo acepte ni crea, deberá pagar él mismo, sufriendo la condenación eterna.
Pensamientos para reflexionar