“Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Números 23:19)
“No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:45)
La Biblia dice claramente que Dios cumple su palabra y que sus promesas son fieles y verdaderas. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén” (2 Corintios 1:20) Pero, muchas veces el hombre quiere exigirle a Dios que cumpla lo que no prometió.
Hay una aseveración que el apóstol Pablo dijo al carcelero de Filipos, que muchos la toman como una promesa incondicional que se cumplirá sí o sí en su momento, porque Dios es fiel. Es la que dice: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31)
Algunos dicen: ¡Esto es una promesa del Señor! Dios dijo y así se cumplirá: Uno se convierte y luego toda la familia se convertirá finalmente porque Dios lo prometió… En realidad esa es una interpretación incorrecta. El carcelero conoció el mensaje del evangelio. Vio y escuchó a los siervos de Jesucristo cantar y orar. Dios se manifestó a él, y él, convicto de pecado y en desesperación, preguntó: ¿Qué debo hacer para ser salvo? La respuesta fue clara: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo. Y no solamente tú, sino que toda tu casa lo será creyendo en el Señor Jesucristo si creen como tú. Pero si no crees, al igual que los tuyos si rehúsan creer, estarás perdido.
El versículo no es una promesa incondicional, sino una aseveración divina.
Pensamientos para reflexionar