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“Nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo” (1 Corintios 10:17)
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4,5)
La Iglesia es el cuerpo de Cristo (Efesios 5:23) Y está compuesta por cada uno de los verdaderos hijos de Dios. Es un organismo vivo, no una organización. Como cuerpo, tiene muchos miembros, todos igualmente útiles y necesarios, donde nadie le puede decir a otro no te necesito (1 Corintios 12.21)
La iglesia del Señor (Hechos 20:28) Tiene por cabeza únicamente a Cristo (Colosenses 1:18) y desde la cabeza bajan las órdenes, la dirección, etc. Esto lo comprendemos bien, pues el cuerpo humano es tan perfecto, que ni siquiera nos damos cuenta de que, a una velocidad asombrosa, basta pensar en algo para que desde la cabeza salga la orden y nuestras manos o pies se muevan. Así debe manejarse la iglesia del Señor. Al sistema nervioso que hace la comunicación de las órdenes de la cabeza hacía los miembros del cuerpo, en la Iglesia, lo podríamos comparar con la acción del Espíritu Santo. Por eso, cuando un hombre, por más dotado espiritualmente que sea, toma la dirección de la iglesia y ordena y dirige todo, ocupa el lugar del Espíritu Santo, y esa congregación, como iglesia local, está actuando incorrectamente. No hay pastor, ministro, sacerdote o como se llame a aquel que toma ese lugar entre sus hermanos para dirigirlos, que pueda suplir a la Cabeza que es Cristo, ni a la dirección divina que debe ser la del Espíritu Santo.
Pensamientos para reflexionar
