“Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras” (Lucas 9:44)
“Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan” (Mateo 13:15)
Cuando alguien lee la Biblia, o escucha un mensaje de la Palabra de Dios, se encuentra ante la voz de Dios que se dirige a su conciencia y su corazón.
La conciencia, es aquello que capacita al hombre para que comprenda su posición frente al creador y discierna entre el bien y el mal; lo cual lo hace responsable.
Dios siempre nos habla. “En una o en dos maneras habla Dios; Pero el hombre no entiende” (Job 33:14) Que “Dios nos haya hablado muchas veces y de muchas maneras (Hebreos 1:1) es una bendición, pero, ¡Qué responsabilidad!…
La Biblia dice que hay quienes tienen cauterizadas sus conciencias (1 Timoteo 4:2) Esa expresión, entre otras cosas, nos muestra que puede llegar el momento, en que la conciencia ya no actúe. ¡Y eso sería terrible!
Se escucha el evangelio y las exhortaciones de la Palabra y el alma se inquieta, pero, luego se corre el riesgo de ya no inquietarse más, y se sigue escuchando, pero, como quien oye llover.
Este es el peligro que corren aquellos más privilegiados. Los que se mueven en un ámbito cristiano. Quienes, de tanto rechazar, se hacen insensibles a la voz de Dios que los llama al arrepentimiento para salvación.
Por eso, para la conversión, la Palabra, accionada por el Espíritu Santo, debe actuar como un martillo que quebrante la piedra (Jeremías 23:29)
Pensamientos para reflexionar