“Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él…” (Romanos 15:20,21)
“Los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo” (Hechos (8:4,5)
El Señor Jesús, resucitado de entre los muertos les encargó a los suyos: Id y predicad el evangelio a toda criatura… Haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas estas cosas que yo os he enseñado. (Marcos 16:15, Mateo 28:19,20)
Lamentablemente, esta directiva del Señor tampoco la cumplimos como deberíamos. Nos acostumbramos a que las personas vengan a las reuniones o a exponerles el evangelio a los que se muestran contestes, pero debemos ir por más. Salir a buscarlos no solamente invitarlos. Hablarles a todos, no solo a los que están de acuerdo. Hoy, tristemente, muchas congregaciones no manifiestan compromiso ni carga con la obra de evangelización que se realiza en la tierra. Y eso no es normal.
Una fe sana, una condición espiritual, normal, hace que los cristianos amen a su Señor, lo honren y quieran comunicar lo que poseen en Cristo a los demás que lo necesitan. Por eso, Dios hace de cada uno de sus hijos un misionero. Luego, según la vida espiritual que llevemos esto se verá potenciado o se debilitará. El Señor nos manda a predicar el evangelio de salvación en Cristo Jesús, extendiendo el reino de Dios. Lo cual, “es semejante a una red, que echada en el mar, recoge toda clase de peces” (Mateo 13:47) Notemos bien: La red del evangelio es echada en el mar, figura de las naciones (Isaías 57:20)
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar