“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Y haré volver los cautivos… y los restableceré como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron” (Jeremías 33:6-8)
“Porque el Señor no desecha para siempre; Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias” (Lamentaciones 3:32,33)
Dios dijo por boca de Jeremías “Curan la herida de mi pueblo con liviandad…” (Jeremías 6:14, 8:11) Y esto porque algunos auguraban paz, y tranquilizaban al pueblo, pero no vendría paz, porque los corazones no estaban arrepentidos y la gente seguía en el mal.
Actualmente, también, algunos curan la herida de los sufrientes bajo el pecado con liviandad, diciéndoles que, si se congregan con ellos, si hacen tales o cuales cosas y ofrendan y diezman de sus ganancias, tendrán la anhelada paz en sus corazones. Pero eso es mentira, pues la paz solo se encuentra en Jesucristo, y para gozarla hay que reconocerse pecador y aceptarlo como único y suficiente salvador.
También están aquellos que, reconociendo la liviandad ante el mal, se cierran hacia el otro extremo, y entonces no dicen paz, paz, sino lo contrario: No hay para ti curación, lo tuyo no tiene remedio… Y eso tampoco es justo, pues los creyentes conocemos a un Dios grande y perdonador, satisfecho plenamente en la obra de Cristo, que ofrece su gracia y perdón a todos sin excepción si aceptan a Jesucristo. Porque mucho más grande que el pecado que se haya cometido, es la obra de Cristo hecha en la cruz del calvario.
Si te encuentras sin paz, vuélvete a Dios y recibe a Jesús como tu salvador, entonces “tendrás paz; Y por ello te vendrá bien” (Job 22:21,22)
Pensamientos para reflexionar