CAÍN

“Caín… era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3:12)

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia” (Hebreos 12:1)


La Biblia cuenta que Caín y Abel presentaron cada uno su ofrenda a Dios y que Dios miró con agrado la ofrenda de Abel, no la de Caín, por variados motivos que Caín tendría que haber discernido. Caín se sintió mal, y Dios apareció para que reflexionara y no siguiera adelante con aquello malo que sentía en su corazón. Pero Caín lo desestimó.

Dios le dijo: “¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:6,7) Este versículo quiere decir que Caín debía salir del estado en el que estaba, pues el pecado que lo asediaba estaba allí agazapado para devorarlo, pero, que, con todo y con eso, él debía volverse a Dios y enseñorearse de él…

Otros dicen que la palabra pecado, allí puede significar también: “Un sacrificio por el pecado”. En ese caso también, la gracia de Dios ponía delante de Caín la salida para que no se dejase llevar y se enseñorease de ese deseo perverso.

Siempre es así. Dios pone siempre en su gracia una salida para que no pequemos. Pero no debemos actuar como Caín, sino resistir al pecado. Pues el pecado siempre es una decisión, no algo ante lo cual no tengamos alternativa.


Pensamientos para reflexionar

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